Ficha de partido: 16.11.1958: Real Madrid 3 - 0 Valencia CF

Ficha de partido

Real Madrid
Real Madrid
3 - 0
Valencia CF
Valencia CF

Equipos titulares

Timeline del partido

escudo local
Inicio del partido
0'
escudo visitante
Puskas (Pen.)
32'
Herrera
42'
Descanso
45'
Herrera
62'
Final del partido
90'

Estadio



Nombre: Santiago Bernabéu
Aforo: 85.454 espectadores
Ubicación: Madrid (Madrid) 
Inauguración: 14/12/1947

Rival: Real Madrid

Records vs Real Madrid

Máximo goleador: Mundo Suárez (13 goles)
Goleador rival: Raúl (17 goles)
Mayor victoria: 6 - 0 (09.06.1999)
Mayor derrota: 1 - 7 (23.08.1990)
Más repetido: 1-2 (27 veces)

Crónica

El Valencia, que el domingo sufrió una justa y merecida derrota por tres goles a cero frente al Madrid, en Chamartín, nos ha defraudado. Señalábamos la víspera la mutación que se ha producido en su estilo. Aquel equipo bronco de otro tiempo se ha transformado en un conjunto de juego técnico. Eso, que es cierto, era lo que sabíamos de antemano. Ignorábamos, en cambio, lo que, sobre el césped, nos mostró como plus en su cuenta negativa. Ha perdido toda su antigua combatividad y ha ganado ¿puede a esto llamarse ganar? Una lentitud desesperante. El Valencia técnico, poco combativo y excesivamente lento, tenía que perder y perdió y al afirmar juntamente causa y hecho, declaramos que perdió mucho más por sus condiciones negativas que por los méritos positivos que le opusiera el Real Madrid.

Jugó el campeón un primer tiempo francamente malo, sin empuje, sin claridad de estilo, sin profundidad. Mejoró en la segunda parte bastante, pero en la misma medida en que los jugadores levantinos dimitían de sus misiones, presas del desánimo y la fatiga. Así, pues, victoria neta y justa. Dos puntos más a la cuenta. Mejora en ese balance de goles favorables y goles adversos, en el que tiene el Real Madrid, excesiva carga en contra, sobre todo si se compara con su directo rival, el Barcelona. Todo eso, indiscutible. Pero, por lo demás, salvo un cuarto de hora notable, el juego blanco ni fue como para entusiasmarse, ni tan siquiera tranquilizador a la vista de los importantes compromisos que tiene en puerta.

Había estudiado Miró una táctica excelente para contener al Real Madrid: sujetar a Kopa con un hombre pegajoso y duru, Piquer, que había, de acompañarle constantemente. Completar la línea media, así rota, retrasando a Tercero para, vigilar a Di Stéfano en la zona central y tratar de ser el pivote de la delantera. Alterar la formación de ésta, a fin de desorganizar en lo posible la retaguardia blanca. No estaba mal, ni mucho menos, en principio, ese despliegue. Lo malo fue que Piquer, tras intercambiar con Kopa una dosis más que discreta de patadas en los tobillos, empujones, codazos y otros malos modos, se aburrió la pugna y caracoleo por zonas lejanas, abandonando al "mesié".

Afortunadamente para el Valencia, Kopa no estaba en su tarde. Lento, menos habilidoso en el regate que de costumbre, iba a fracasar rotundamente como conductor del ataque blanco. Ni cuatro pases buenos dio en toda la tarde. Ni dos veces tiró a gol con peligro. Si Kopa hubiera tenido una actuación como las dos suyas en su nuevo cometido, el Valencia se habría llevado seis u ocho goles a casa. Vemos, pues, que el fracaso de Piquer como "secante" se compensó con el fallo de Kopa como organizador.

Tercero, no supo contener a Di Stéfano, pero, en cambio, no supo tampoco enlazar con su propia delantera, y así se quedó Walter, lentísimo, inseparable de la pelota, sin cordón umbilical que le uniera a su natural base de operaciones y, por consiguiente, los cuatro hombres de vanguardia tuvieron poco juego que, concienzudamente estropearon a fuerza de pases, retrocesos, indecisiones y falta absoluta de disparo. No nos gustó el Valencia del domingo más que en una cosa. En su nueva, absoluta y ejemplar corrección deportiva. Poca cosa, si no se acompaña de mejores y más actuantes valores futbolísticos.

Todo el juego pobre, sin profundidad frío y aburrido que hizo el Madrid mientras Kopa debió organizar y no organizó, se arregló cuando Di Stéfano, desde posiciones centrales, tomó la iniciativa. El juego volvía a alegrarse. Los dos extremos mas, bien servidos, galopaban y centraban, y la retaguardia colorada se veía en apuros aunque por suerte para ella, el Madrid carecía de rematadores, pues Puskas tiraba casi siempre mal, unas veces por intentarlo con la derecha, otras por falta de velocidad para ponerse en posición de remate cómodo y seguro.

Por suerte, estaba Herrera allí. Un extremo del que dijimos el día de su afortunada presentación que es un jugador de clase, inteligente, profundo y hábil. Junto a la velocidad de Gento, Herrera es una tortuga. Pero al lado de la escasa capacidad de Gento para ver la jugada, Herrera es un lince. Bien conducido por Di Stéfáno, Herrera hizo dos buenos goles, tiró mucho y bien a puerta, sobre todo en un cañonazo raso, rápido, de lejos, que se estrelló en un palo, y buscó y encontró huecos con clarísima visión de las oportunidades.

Lo malo es que Puskas tuvo un primer tiempo de lentitud, de no encontrar sitio, de torpeza. Con un interior rápido y capaz de cubrir mucho terreno, la victoria madridista hubiera sido abrumadora. Puskas, abandonado por sus adversarios, solo casi siempre, estropeó mucho juego. Luego, en la segunda parte, encontró mejor cadencia, batalló con más suerte y cuajó cinco o seis jugadas extraordinarias, de las que confirman que ha sido uno de los "astros" europeos de primera magnitud. ¿Ha sido? Mucho nos tememos que sí. A su voluntad y a la perseverancia Carniglia dejamos la, para nosotros, difícil posibilidad de convertir ese pasado en un presente que sería toda una resurrección.

Decíamos, pues, que Dí Stéfano, cuando condujo el juego, y Herrera, como aguijón final, hicieron el triunfo madridista. El primer gol, que obró efectos demoledores sobre la endeble moral levantina, lo hizo Puskas, es cierto. Pero fue en un "penalty" ejecutado con precisión y picardúa. Di Stéfano había dado un pase genial a Kopa, y éste, cuándo se colaba hacia la puerta, fue zancadilleado y empujado por Sendra. Ortíz de Mendívil no dudó en señalar el clarísimo "penalty". Puskas engañó a Goyo y puso el balón en la red. Iban treinta y dos minutos.

Si Di Stéfano estaba en la raíz de ese gol, estuvo en las ramas del segundo. Un magnífico centro de Gento, tras fuga sensacional, modificación de la trayectoria por "Di" y bonito remate de cabeza de Herrera, que llegaba por el medio del área. Faltaban tres minutos para concluir el primer tiempó. A los dieciocho minutos de la segunda parte, otra arrancada profunda y astuta de Genio terminó con un centro raso que Puskas no pudo alcanzar. Herrera, lanzado desde atrás, llegó a tiempo de rematar durísimo la red.

Ortiz de Mendívil, que hizo un arbitraje en general notable, anuló otro gol, precioso, de Herrera, al parecer por fuera de juego de Santisteban. Fue la jugada más espectacular de la tarde. No podemos opinar porque no vimos a Santisteban por ninguna parte, prendida nuestra atención en el avance de Di Stéfano y la colocación de Herrera. Aplaudimos, en cambio, sin reservas, la decisión arbitral al castigar a Di Stéfano con manos, cuando el gran delantero se apoderó de un balón que había tocado con las manos un defensa levantino. La falta del jugador valenciano era clara, evidente. Si lo era, la sanción no podía ser otra que "penalty". Al punto llamado fatal con estilo de folletín, llevó Di Stéfano la capturada pelota. Pero el arbitro no había tocado y, por consiguiente. Di Stéfano estaba absolutamente desautorizado para detener el juego, coger la pelota con las manos y decretar "penalty". Era Ortiz de Mendívil quien mandaba, e hizo perfectamente en sentar y subrayar en tal ocasión su autoridad. En fin, partido sin nervio, victoria justa.